“Para comunicarse de manera efectiva, debemos darnos cuenta que todos somos diferentes en la forma en que percibimos el mundo y usar este conocimiento como guía para nuestra comunicación con los demás”.
Anthony Robins
En la entrega anterior, cerré con la frase: “A la hora de comunicarnos, cada uno lo hará desde su realidad, desde su mapa”. Este mapa, no tiene que ver con geografía, ni cartografía; es nuestro mapa en la comunicación.
Para adentrarnos en el tema, debemos comenzar con la Programación Neurolingüística (PNL), y comprender así los principios básicos de cómo nos comunicamos.
La Programación Neurolingüística es un modelo de comunicación que analiza el cómo las personas se comunican entre ellas, a partir de sus propias experiencias personales. De esta forma, se establecen patrones que, sin darnos cuenta, muchos de nosotros seguimos. Podemos entonces, aprender de las estructuras de otros, y mejorar nuestra propia manera de comunicarnos.
La PNL ha sido catalogada como el arte de la excelencia, el arte de la comunicación. A partir de estructuras comunes, cada uno le da su toque personal a este modelo y, en distintas profesiones y ámbitos, se llegan a obtener resultados sobresalientes.
El nombre del modelo parece complicado, pero al conocer de qué trata, resulta sencillo. La P es por Programación: se parte de la premisa de que, en cierta forma, somos como una computadora, con programas que nos van generando una percepción de nuestro entorno. Entendemos el mundo a partir de lo que cada uno de nosotros tiene establecido, de nuestras creencias, nuestras experiencias, de lo que hemos vivido. De una manera muy propia, todos tenemos “mapas mentales”, es decir, estamos “programados” para realizar nuestras acciones de manera secuencial, en función de lograr los objetivos que nos hemos propuestos.
La N viene de Neuro: la conducta de cada persona es el resultado de una actividad mental que se genera a partir de la información que recibimos del entorno; esta actividad proviene de los procesos neurológicos relacionados con los sentidos de la visión, audición, olfato, gusto, tacto y del sentimiento.
Y finalmente la L, que viene de Lingüística, dado que usamos el lenguaje para ordenar nuestros pensamientos y conductas, y comunicarnos con los demás; es nuestra expresión externa de cómo vemos el mundo.
La PNL tiene varias herramientas que nos permiten establecer una comunicación efectiva. Una de ellas es la identificación de las presuposiciones. Una presuposición es algo que se da por sentado y así lo asumimos. Creemos que lo que pensamos y decimos es totalmente cierto, verdadero y lo asumimos como una guía que define nuestras actuaciones y comportamientos.
Una de las presuposiciones básicas de la PNL es: “El mapa no es el territorio”. Es una metáfora que quiere decir que nuestro mapa, lo que cada cual piensa y que da por cierto, no es el territorio completo, es solo nuestra visión del mundo, nuestra verdad. El detalle está en que nuestra verdad, nuestra visión, ciertamente no es la única, cada uno de nosotros percibe el mundo de manera diferente. Es por ello, que es muy importante considerar esta presuposición, pues debemos ser capaces de analizar otras aristas, otros enfoques, otras interpretaciones. De esta forma, se respeta lo que dice el otro, y el respeto es la base de la paz.
La “realidad” que recibimos, pasa por distintos filtros. Inconscientemente descartamos parte de una conversación; se generaliza cuando decimos: “Alguien me dijo eso”, “Todos están hoy muy indisciplinados”, o bien se culpa al otro: “El profesor “me quemó”, “Tú haces que yo me sienta mal”. Sería asertivo preguntar: ¿Quién te dijo qué? ¿De veras el 100% de los alumnos de la clase es indisciplinado? Si alguien “hace” que te sientas mal, es porque le das ese poder de molestarte. ¿Cuántas veces ha sucedido algo similar a tu alrededor o lo has escuchado, o lo has dicho? Creo que nos ha pasado a todos.
El hecho de no darnos cuenta de lo que ocurre en estas situaciones, y del uso poco asertivo que hacemos del lenguaje, propicia rumores en las empresas, causas malos entendidos en las parejas, en la familia, entre amigos. Todo esto ha traído, y trae, serios problemas de comunicación interpersonal.
Saber comunicarse es un arte, y la buena noticia es que esas habilidades pueden aprenderse.
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